Łukasz Olender
“Tratamos de llevar una estadística para evaluar aproximadamente cuántos migrantes vienen. Según nuestra experiencia, la valla no ha cambiado nada”, afirma Urszula Kozak, activista de la ONG polaca Grupa Granica (Grupo de Fronteras) que trabaja junto a la frontera con Bielorrusia.
“La semana pasada hubo muchas situaciones en las que tuvimos que llamar a una ambulancia por las heridas o roturas de extremidades sufridas por personas que intentaban escalarla. Los guardias bielorrusos les obligan a intentar cruzarla, a menudo mientras les apuntan con sus armas”, prosigue la activista.
Es frecuente encontrarse con migrantes con heridas por alambre de espino, a los que los guardias bielorrusos obligaron a trepar por la valla, añade Kozak.
El aumento de esta migración junto a la frontera polaco-bielorrusa se observó por primera vez hace aproximadamente un año. Según los datos de la Guardia de Fronteras polaca, el año pasado hubo 36.697 intentos de cruzar ilegalmente la frontera polaco-bielorrusa. Sin embargo, esta cifra no distingue entre quienes lo lograron y quienes no.
En enero de 2022, el gobierno polaco inició la construcción de una valla de 5,5 metros de altura rematada con concertinas para impedir el paso de los migrantes. Varsovia acusaba a Bielorrusia de “guerra híbrida” y de lanzar esas corrientes de refugiados hacia su territorio.
Parte de la valla, de 187 kilómetros de longitud, atraviesa el bosque de Białowieża. A finales de junio, la Guardia de Fronteras informó de que la barrera estaba terminada.
“Las personas que encontramos en el bosque son principalmente de Oriente Medio: zemeníes, sirios, kurdos, es decir, regiones en guerra o donde han sufrido persecuciones. Son personas que deberían recibir asilo en Europa”, afirma.
Hay quien les considera inmigrantes económicos; en realidad, la mayoría buscan protección y necesitan escapar de su lugar de procedencia, sostiene la activista.
Kozak explica que sus patrullas en la frontera llevan mochilas con ropa limpia, botiquines y comida. “Ahora que hace calor, hay escasez de agua potable en los alrededores. No hay manantiales, sólo pantanos con agua no potable”, afirma.
Los miembros de su ONG intentan recabar datos básicos de las personas a las que asisten para poder identificarlos. “Preguntamos de dónde son, cómo se llaman y en qué año nacieron. La Guardia de Fronteras a menudo ni siquiera verificará su identidad. Y después será difícil determinar quiénes lograron cruzar y quiénes fueron empujados de vuelta a Bielorrusia”, dijo.
Según su experiencia, hay casos de migrantes que pasaron incluso unos meses a ambos lados de la frontera.
“Conocimos a personas que pasaron 4 meses en el bosque y en el cinturón que rodea la frontera y que fueron empujados de un lado a otro de la frontera. Algunos de ellos intentaron cruzar incluso 30 veces, la mayoría se ha visto empujada a la valla al menos un par de veces”, explica a Efe.
También suelen quedarse atascados en el lado bielorruso de la frontera, en el cinturón de tierra que forma parte del sistema de seguridad fronteriza de Bielorrusia.
La Guardia de Fronteras, añade, a menudo no inicia siquiera el procedimiento de asilo ni escucha las razones que les impulsaron a tratar de llegar a Polonia.
“Existe la convicción de que no son refugiados, sino inmigración ilegal por razones económicas”, afirma. Muchos de ellos ni siquiera aspiran a quedarse en Polonia, sino que su propósito es ir más lejos, a países donde sí tienen mayores posibilidades de ser acogidos. EFE
Fuente: Swissinfo