Esta foto tomada el 4 de noviembre de 2021 muestra la valla del muro en la frontera entre Bulgaria y Turquía, cerca del pueblo de Matochina. AFP – NIKOLAY DOYCHINOV
Entre Šid y Subotica, dos ciudades serbias que hacen frontera con Croacia y Hungría, la ruta de los Balcanes es el escenario donde a diario los refugiados, en su mayoría procedentes de Siria y Afganistán, se enfrentan a la violencia física y las llamadas devoluciones en caliente, organizadas por la Unión Europea. Un reportaje de Marta Moreno, corresponsal de RFI en los Balcanes.
Se escuchan los trenes que cruzan las vías que conectan Serbia con Croacia, junto al municipio serbio de Šid. Madina Husseini tenía seis años cuando este mismo tren la arrolló en 2017, debido a una devolución en caliente a manos de la policía croata. Una sentencia confirmada el pasado mayo por el Tribunal de Estrasburgo, y que deja en evidencia la violencia policial que ejerce la Unión Europea en sus fronteras para evitar la entrada de refugiados en territorio Schengen.
“Casos de violencia”
Philippine Vagany es miembro de la ONG NoNameKitchen (NNK), una de las pocas organizaciones sobre el terreno que registra la violencia en las fronteras: “Nosotros registramos muchos casos de devoluciones en caliente a manos de la policía croata, pero también existen casos de violencia ejercida por la policía serbia contra aquellos que intentan cruzar sus fronteras. Normalmente es violencia verbal, pero también violencia física”, explica.
La externalización de fronteras de la Unión Europea a través de partidas millonarias a terceros países ha creado una situación de violencia constante contra las personas que llegan a las puertas de Europa. Bulgaria supone la principal puerta de entrada en la ruta de los Balcanes y recibe 320 millones de euros de la Comisión Europea para “reforzar sus fronteras exteriores con medidas de vigilancia en el cruce entre Bulgaria y Turquía”.
Humillaciones
Asadullah llegó a Bulgaria huyendo del régimen talibán, y ha sufrido más de 10 devoluciones en caliente en esta misma frontera. La última fue a finales de julio: “Cuando la policía nos atrapó, empezaron a pegarnos. Nos quitaron toda nuestra ropa, también nuestros zapatos. Nos vimos obligados a andar descalzos. Nos devolvieron a Turquía y nos dijeron que no podíamos volver a Bulgaria”, cuenta.
Philippine es testigo diario de historias como las de Asadullah: “La violencia de la policía búlgara ha sido registrada por nosotros muchísimas veces. Existen muchos casos de extrema humillación por parte de la policía, que llega a devolver a la gente al otro lado de la frontera sin ropa alguna”, comenta.
Los casos de Madina y Asadullah no son aislados. El pasado año se registraron más de 5.000 devoluciones en caliente sólo en la frontera entre Turquía y Bulgaria. Una cifra que, según las organizaciones sobre el terreno como NNK, ha ido en aumento en los últimos dos años.