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Mandar refugiados a países pobres: ¿es la operación Ruanda el futuro de la migración?

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Una manifestación organizada por grupos de derechos humanos condena el acuerdo migratorio entre Ruanda y Reino Unido. (EFE/Andy Rain)



Casi 30 años después del genocidio, Ruanda quiere limpiar su imagen y ha firmado un polémico acuerdo migratorio con Reino Unido para acoger a refugiados
 Londres lo anunció a bombo y platillo, aunque el acuerdo no empezó con buen pie. El pasado 14 de junio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) bloqueó la salida del primer vuelo de Reino Unido a Ruanda alegando el peligro potencial para los demandantes de asilo si se reubicaban en el país africano. La ministra de Interior, Priti Patel, ha sido la defensora más acérrima de la operación y afirma que apelará la decisión del tribunal.
El acuerdo entre los dos países establece que Reino Unido pagará a Ruanda anualmente cerca de 144 millones de euros por acoger a los solicitantes de asilo cuyas peticiones no hayan sido estudiadas. Más allá de las condiciones económicas, “hay muchas zonas oscuras en el acuerdo que vincula a estos a dos países”, apunta el historiador marfileño Dagauh Komenan, investigador en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y especializado en relaciones internacionales, a El Confidencial.

Antes de este acuerdo, Reino Unido había criticado al Gobierno de Ruanda, al que instó el año pasado a investigar violaciones de derechos humanos por detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y juicios opacos contra opositores. El plan migratorio “pone a Reino Unido en una situación en la que no puede criticar a Ruanda porque si lo hace ya no aceptará refugiados. Hay un acuerdo económico, pero también interés diplomático”, señala Komenan.

Después del genocidio de 1994, el país, apodado la ‘Suiza africana’ por sus montañas, empezó unas reformas políticas, económicas y sociales que luego vendería al mundo con una imagen de renovación. Detrás de estas reformas estaba el Gobierno de más de 20 años de Paul Kagame. Hubo un tiempo en el que se vinculaba a Ruanda con el desarrollo económico y social, de cómo se combatía la inseguridad y la corrupción. Ese ‘milagro ruandés’, como muchos lo llamaron, dejó estampas importantes como el Parlamento con mayor número de mujeres, por encima de todos los países europeos. “Pero la narrativa empezó a revertirse”, continúa Dagauh Komenan.

De estas buenas noticias que evidencian una recuperación se ha pasado a informes de organizaciones de derechos humanos que confirman lo que Reino Unido criticaba antes de querer enviar refugiados a Ruanda. Desde malos tratos a torturas en centros de detenciones y arrestos arbitrarios, Human Rights Watch no recomienda este país como la mejor opción para los refugiados. La ONU añade que tampoco cuenta con las estructuras necesarias para procesar las solicitudes de asilo que recibe. Además, la tensión con el Congo tras años de conflicto provoca enfrentamientos ocasionales que no permiten decir que hay una guerra abierta, pero tampoco están en paz. De hecho, el historiador afirma a El Confidencial que Ruanda no era la primera opción para Reino Unido, que intentó firmar antes un acuerdo con Ghana.

Pero ahora defiende a la ‘Suiza africana’ a capa y espada. Ha llegado a tergiversar información sobre el país para convencer a los refugiados de que Ruanda es una buena opción. Así lo determinaron fuentes a ‘The Guardian’, que afirmaron que el Ministerio del Interior pintó a Ruanda mucho más bonita de lo que es para argumentar el acuerdo migratorio. Asimismo, un informe de la ONG Asylos arrojó que hay inconsistencias en la evaluación de Ruanda como tercer país seguro y sus propias investigaciones sobre el país africano.

El Gobierno británico ha llegado a decir que Acnur apoya este plan, aunque no es exactamente así. Catherine Stubberfield, portavoz de Acnur en Reino Unido, informa a El Confidencial de que la agencia considera que el acuerdo entre Reino Unido y Ruanda es incompatible con la Convención de Refugiados de 1951. Esta establece la hoja de ruta para que los países brinden protección a los refugiados y repartir las responsabilidades, así como asegurar los derechos y libertades de los demandantes de asilo. “Claramente, este no es el caso del acuerdo propuesto”, condena Stubberfield. Acnur considera, según la portavoz, que el plan “no cumple con los estándares requeridos en relación con la legalidad y adecuación de las transferencias de solicitantes de asilo”.

Ruanda, ‘experta’ en migración

El apoyo a este acuerdo es limitado en Europa, pero en Ruanda no todos ven la llegada de refugiados como una iniciativa condenada al fracaso. Marie Paul Dusingize, decano de la Facultad de Ciencias Económicas Sociales del Institut Catholique de Kabgayi, en Ruanda, explica a este periódico que los ruandeses tienen mucha experiencia con la inmigración y que eso les ayuda a apoyar a los refugiados que llegan. “Primero en 1959, cuando ocurrieron las primeras masacres contra los tutsis, y luego en 1994, cuando empezó el genocidio. Hasta los líderes de este país han tenido experiencias con la migración”, sostiene.

Por lo tanto, Dusingize subraya que los ruandeses entienden qué es ser un inmigrante, cómo es ser un refugiado y reconocen las necesidades de las personas que llegan al país. “Entienden el sufrimiento que eso supone y lo que les afecta. Eso es bueno, porque pueden identificar sus necesidades“, concluye. Según datos oficiales, más de 125.000 refugiados viven actualmente en Ruanda y la mayoría proviene de países vecinos como la República Democrática del Congo o Burundi.

Sin embargo, un portavoz de Acnur señaló a ‘The Guardian’ que este programa migratorio, en el que también participaron refugiados procedentes de Libia, tiene un carácter de emergencia, temporal y voluntario. No implica la integración a largo plazo en el país africano, del que la agencia tiene preocupaciones por las deficiencias de su sistema de asilo y su capacidad para ofrecer soluciones a largo plazo para los refugiados.

Ruanda tiene capítulos en su historia que demuestran su capacidad para acoger a refugiados, pero otros que evidencian todo lo contrario. Un grupo de congoleños se manifestó en 2018 por las escasas raciones de comida que recibían. La respuesta fue una acción violenta de las autoridades que causó la muerte de 12 manifestantes. A pesar de todo, Reino Unido apuesta por Ruanda para enviar a refugiados y Dinamarca está negociando con este país un plan parecido al de Reino Unido.

Ya sea en Ruanda o en cualquier otro país del mundo, la idea de enviar refugiados a terceros países no es nueva. Las críticas de Acnur y hasta de la Comisión Europea —que también ha condenado el acuerdo— no han tenido, por ahora, un impacto significativo. Donald Trump fue el último que puso este concepto en boca de todos al denominar Guatemala como tercer país seguro con el objetivo de enviar allí a los migrantes que llegan a las fronteras. La idea, en realidad, está contemplada en el Estatuto de los Refugiados, pero con condiciones. Se tienen que cumplir unas mínimas garantías, como derechos sociales y, sobre todo, que los solicitantes de asilo tengan un vínculo cercano con ese tercer país.

El plan migratorio de Reino Unido está repleto de dudas legales sobre lo que ocurrirá. Primero, si verdaderamente se llevará a cabo después de que Reino Unido tenga un nuevo mandatario. Priti Patel lo apoya, pero otro de los aspirantes, Rishi Sunak, ha mostrado reticencias. En segundo lugar, la batalla legal en la que puede enfrascarse este acuerdo puede ser más larga de lo previsto.

El argumento de los críticos al plan que inició el Gobierno de Boris Johnson es que si un refugiado quiere pedir asilo en Ruanda o en cualquier otro país, es libre de hacerlo. Si decide hacerlo en Reino Unido, es porque es este país el que cumple con sus expectativas para empezar una nueva vida. No es suficiente para convencer a los defensores del acuerdo. Un pacto que, en realidad, responde al endurecimiento de las políticas migratorias de Johnson. Una vez muerto el perro, no sabemos si se acabará la rabia.


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