El informe “Mejorar el bienestar y el aprendizaje de los niños en el Sahel central” pone el foco en el impacto psicológico que los conflictos y la violencia están teniendo en los menores de países como Malí, Burkina Faso o Níger, afectando a su comportamiento y capacidad de aprendizaje, con casi dos tercios (64 %) declarando tener poca o ninguna esperanza en el futuro.
“El deseo de aprender nunca debería verse superado por la necesidad de esconderse”, afirma Marta Schena, especialista regional en educación del Consejo Noruego para los Refugiados según un comunicado de la entidad.
“Estos niños han presenciado o soportado múltiples tipos de violencia que les han provocado estrés y traumas crónicos. Es nuestro deber ayudarles a redescubrir el lenguaje de la inocencia, la alegría y la curiosidad”, añade.
Un alto nivel de estrés lleva a los niños a rendir menos en la escuela. El 62 % de los niños afirman ser incapaces de concentrarse, y nueve de cada diez dicen tener problemas para gestionar sus emociones, apunta el informe.
Para afrontarlo, algunos niños se aíslan y dejan de interactuar con sus compañeros o de participar en clase. Otros expresan su estrés mediante la ira, la agresividad o los ataques de pánico.
“Es evidente que nuestros niños están estresados y ansiosos: algunos se despiertan por la noche debido a pesadillas, otros lloran de forma errática”, explica Aanan, un padre representante de Tillabéri (Níger).
Como los grupos armados suelen lanzar ataques en motocicletas, Aanan cuenta que el mero sonido de una de ellas desata el pánico entre algunos de los niños. “Cuando oyen el ruido de las motos al pasar, buscan inmediatamente un lugar donde esconderse”, afirma.
El impacto humanitario de esta crisis es preocupante, con un número de desplazados que se ha multiplicado por diez en los últimos años, pasando de 213.000 en 2013 a 2,5 millones a finales de 2021.
La inseguridad, combinada con la pobreza extrema, el cambio climático, la inseguridad alimentaria, la malnutrición y la pandemia del Covid-19 ha hecho que alrededor de 3,5 millones de personas, entre las cuales 1,7 millones son niños, necesiten ayuda humanitaria.
Además, la crisis de seguridad generalizada también ha provocado el cierre de más de 5.500 escuelas en Malí, Burkina Faso y Níger, impidiendo que los niños aprendan y dejándolos sin una red de apoyo muy necesaria.
A pesar del aumento de las necesidades, la financiación y el apoyo al sector de la educación van a la zaga de la respuesta humanitaria. En 2021 sólo se cubrieron el 6,5 % de las necesidades educativas en Burkina Faso y el 7,9 % en Níger, lo que lo convierte en el sector menos financiado de la respuesta humanitaria en ambos países.
Las escuelas pueden desempeñar un papel esencial para curar las heridas psicológicas de millones de niños y ayudarles a recuperar la sensación de normalidad, destaca el informe. Pero antes, deben volver a ser lugares seguros, estima la organización noruega.
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Fuente: swissinfo.ch