Por José Afane
En la historia de la humanidad, la migración ha sido la gasolina del progreso social. En nuestro pasado colectivo, hemos visto un constante movimiento fronterizo de personas. Desde la guerra civil, El Salvador ha sido un exportador humano, con una admirable capacidad de adaptación y garra para salir adelante. En muy poco tiempo nos adaptamos a nuevas culturas, respetando la ley, y creciendo en experiencias y conocimiento. Sin duda, la migración acelera el potencial de la persona.
Petra Moses (economista, ahora en NYU), cuando se encontraba trabajando para la Universidad de Stanford, rodeada de colegas 50 % inmigrantes, decidió hacer un estudio sobre este fenómeno. Su hallazgo principal fue que el flujo de la gente tiene que ver con la ciencia y la innovación, y que las innovaciones vienen de un balance entre inmigrantes y locales.
La Universidad de California realizó otro estudio (2001-2014), para encontrar relación entre la demanda de recurso humano y la oferta de trabajos técnicos, observando que el 10 % de los más hábiles en las fábricas eran inmigrantes. Esto se llama reubicación profesional, y se traduce en fuga de gente capaz. Muchos norteamericanos sienten que la inmigración les roba sus puestos de trabajo, pero el estudio de California comprueba que, entre más inmigrantes, mayor la innovación y el emprendimiento.
En 2016 la revista Fortune confirmó que el 40 % de las nuevas empresas en Estados Unidos era fundado por inmigrantes. Dato interesante que probablemente le impulse a emigrar. ¡No lo haga! Mejor busque la forma para arrancar esa empresa que tanto ha planificado en El Salvador.
Según la Universidad de Oxford, si la inmigración continúa al paso actual, tendremos 200 millones de migrantes en 2050. Importante fuente de remesas, que mantienen a flote economías como la nuestra. Es una lástima que la falta de oportunidades, y seguridad, en sus países de origen, impulsan a millones de personas a buscar grama más verde al otro lado del cerco, incluso arriesgando sus vidas para llegar al sueño americano o al europeo.
Pero las remesas son un arma de dos filos. Por un lado, incentivan el consumo y traen alivio a las familias que permanecen en sus países de origen, pero por el otro, fomentan la haraganería y el conformismo. Además, provienen de gente trabajadora que, si las condiciones en la tierra que los vio nacer no fueran tan adversas, su energía laboral pudiese ser aprovechada localmente.
Exijamos a los gobiernos oportunidades, seguridad y educación. Solo así se incentiva el emprendimiento local y el desarrollo, de este lado del cerco.
Fuente laprensagrafica.