Los estrictos y muchas veces violentos controles fronterizos sobre los migrantes que buscan asilo en Europa dejan a familias enteras en situaciones de aislamiento y desprotección
10 de agosto, una niña siria de cinco años llamada María murió en la frontera greco-turca por la mordedura de un alacrán mientras cruzaba junto a otros 39 inmigrantes desde Turquía buscando asilo en Grecia. El grupo de inmigrantes había sido rechazado por las autoridades de ambos países y permanecía aislado en un Islote del río Evros. Otra niña de nueve años también fue mordida por un alacrán y permanecía en grave estado.
Pocas semanas después, una niña de cuatro años murió en un bote de refugiados a la deriva que había intentado alcanzar Italia desde Malta. Pese a las alertas que se emitieron sobre el bote, ninguna autoridad europea respondió a los llamados.
Según la académica de la Universidad de Aston y activista e investigadora de los movimientos migratorios hacia Europa Karolina Augustova, tales tragedias no son casos aislados entre emigrantes que huyen de las guerras, los autoritarismos, los desastres naturales y la pobreza o la combinación de algunos de estos factores.
El mundo recuerda especialmente el caso del niño sirio Alan Kurdi, cuya imagen yaciendo en una playa del Mediterráneo en 2015 ocupó la tapa de los medios durante varios días. O el de niño afgano de sels años Madina Hussein que en 2017 fue atropellado por un tren cuando huía de las autoridades croatas que los habían rechazado en la frontera con Serbia.
La organización Internacional sobre la Migración lanzó un proyecto, Migrantes desaparecidos, cuya investigación estableció que, entre 2014 y 2022, 1.000 niños murieron o desaparecieron durante los intentos de migrar hacia Europa. Estas muertes y desapariciones se produjeron a las puertas mismas de las fronteras europeas, desde el Canal de la Mancha a los Balcanes y el Mediterráneo y en las de Turquía ybia, países claves asociados al control europeo de las migraciones.
Precisamente en esa frontera, en el transcurso de su investigación, Augustova conoció mucha gente que había sido empujada por las fuerzas fronterizas de Turquía hacia territorio iraní.
Cuatro afganos se perdieron en las montañas y mientras caminaban buscando cómo salir de ellas, encontraron miembros de una familia afgana, incluso un niño de un año, que yacía muerta en la nieve, seguramente como efecto del frio.
En otros casos, refugiados adultos y niños resultaron heridos o muertos mientras eran transportados por contrabandistas a través de territorio turco Un refugiado afgano le relató que estaba presente cuando 70 migrantes, incluso un infante de seis meses, se ahogaron en el lago Van También escuchó historias de gente que munó cuando la policía abrió fuego contra los vehículos que los transportaban o en choques durante el trayecto.
Augustova fue voluntaria de la red de monitoreo de Violencia en las Fronteras en el limite entre Bosnia y Croacia en 2018 y 29019.
Entre los centenares de personas que entrevisto conoció una familia irani, con una niña de tres años que durante su cruce por la frontera bosnio-croata fueron obligados a cruzar el río entre gritos y golpes y como el padre llevaba a la niña en brazos ambos recibieron los golpes de los guardias.
Las heridas y muertes de niños son catalogadas habitualmente por los oficiales de frontera como accidentes que suceden a causa de las dificultades del terreno, del ataque de animales salvajes o por la acción de los traficantes de personas. Muchas veces, las autoridades suelen incluso culpar y procesar a los padres por la muerte de sus hijos, una práctica que ha sido apoyada aún por organismos oficiales de ayuda internacional, como es caso del enviado especial del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, Vincent Cochetel, que ha expresado recientemente en su cuenta de Twitter que “en Senegal, el procesamiento de los padres por poner en nesgo a sus hijos podria motivar cambios importantes en la diaposición a encarar jornadas peligrosas”.
Pero al contrario de la narrativa europea oficial que ha adoptado el punto de vista de culpabilizar a los padres por poner en peligro a sus hijos, es la politica migratoria de la Unión Europea, afirma Augustova, la que origina estas situaciones al impedir el ingreso de los migrantes y negarse a recibirlos y alojarlos debidamente mientras se sustancian los pedidos de asilo, como lo indican tratados internacionales al respecto.
El cierre de fronteras a los migrantes tiene también un costado de violencia racial: los rechazos y los muros son habitualmente para los grupos de refugiados no-blancos que provienen de las excolonias europeas.
Los corredores humanitarios que se abrieron este año para recibir refugiados de Ucrania demuestran que es perfectamente posible que adultos y niños crucen ordenadamente las fronteras en forma legal y pacífica para solicitar asilo en la Unión Europea.
Augustova finaliza afirmando que en lugar de perseguir judicialmente a los padres que han perdido a sus hijos, los gobiernos deberían establecer las responsabilidades de las fuerzas de seguridad que pudieran haber ejercido violencia contra los refugiados y salir de la lógica racista de los controles fronterizos discriminatorios. A menos que eso suceda, los medios continuarán informando de trágicas muertes infantiles en las fronteras.
Fuente: El . uy